jueves, 26 de septiembre de 2013

Escritores disfuncionales

Buscando materiales para este blog tropecé con un trabajo que me llamó la atención por contener el siguiente párrafo (el subrayado es mío):

En la actualidad, y desde el registro estándar, asimilado a la norma de cultura, la lengua que fluye de la pluma de los Cortázar, García Márquez, Vargas Llosa, Miguel Ángel Asturias, Neruda, Borges, Octavio Paz, etc., salvo en el léxico, tratamientos pronominales, no presenta graves disfunciones respecto de la que fluye de la pluma de los Cela, Delibes, Alberti, García Lorca, Blas de Otero, A. Zamora, F. Umbral, etc. El sistema lingüístico del español sirve de cauce de expresión y de comunicación, es plenamente válido para comunicarse, desde la norma culta, tanto a españoles como a hispanoamericanos sin esfuerzo alguno. (Sánchez Lobato, El español en América, Centro Virtual Cervantes.)

El castellano de los autores hispanoamericanos mencionados, según esto, es disfuncional, pero no de manera grave (salvo en el léxico). Si lo que quiso decir el autor es que “no presenta diferencias importantes”, lo dijo tan mal que no cabe duda de que el único castellano disfuncional aquí es el suyo. Y si lo que quiso decir fue eso, se trataría de una tesis tan arriesgada que uno esperaría que se dedicara el resto del artículo a probarla. Su lectura resulta reveladora.

Empieza con un maravilloso ejemplo de cómo se puede decir algo muy sencillo (esto es, que los filólogos suelen llamar ‘español de América’ o ‘español atlántico’ al español hispanoamericano) de una manera apenas inteligible:

Es habitual entre filólogos denominar «español de América» o «español atlántico» a la lengua española que, por razones históricas, geográficas y culturales, se asentó en los territorios americanos de las colonias para diferenciarla, por las causas antes aludidas, del español de la metrópoli antaño, del español peninsular en la actualidad, sobre todo a partir de su independencia de España y de su proclamación como Estados soberanos.

¿Cuáles son las causas aludidas? ¿Las razones históricas, geográficas y culturales? No ha aportado ninguna, de modo que no hay alusión posible. Sigamos.

En el siguiente párrafo nos informa:

La coiné que representa en el momento presente la lengua española como sistema puede ser estudiada y analizada tanto desde la perspectiva diastrática como desde la perspectiva diatópica en ambos mundos, sin que por ello encontremos sistemas de comunicación diferentes. Se trata del mismo sistema de comunicación, en especial, en la manifestación escrita del lenguaje. «(...) Ninguna lengua viva y usada por los hombres permanece inalterada a través de los siglos, ni siquiera de los años. Esencial es al lenguaje para vivir el cambiar; el cambiar es constitutivo de su funcionamiento, como instrumento que es a la vez de comunicación social y de expresión individual».

Esta acumulación de palabras nos dice fundamentalmente que, a pesar de las diferencias, hablamos el mismo idioma. Lo gracioso es que la cita que se aporta no sostiene eso, sino lo contrario, pues sólo habla del cambio y evolución de la lengua. Aplicando el principio de caridad deberíamos presuponer que entre ambas partes del párrafo falta algo como “es la misma, pero evoluciona y cambia”, o “es la misma, a pesar de que evoluciona y cambia, pues, ‘Ninguna lengua, etc…” A continuación, después de precisar el número de repúblicas americanas que hablan español (nombrándolas una por una), un párrafo lírico:

Podemos afirmar que la pujanza del español como sistema de comunicación se halla en el continente americano si atendemos principalmente a su realidad demográfica. En la actualidad, son más de trescientos millones de personas las que se sirven del español en América para cifrar y descifrar el mundo que les ha tocado vivir, para soñar, reír y llorar en el día a día; para amar y morir entre quienes les han visto nacer y crecer. En definitiva, el peso del español en el mundo se ha trasladado del país que lo acunó —España— a los diferentes países americanos que lo eligieron como idioma nacional definitivamente unido al grito de independencia.

El problema principal de este pasaje no es el estilo, sino el hecho de no decir absolutamente nada. En este punto (¡la primera página!) ya se sospecha que la cosa no va a mejorar y se lee velozmente. Copio y pego destacando las cosas notables:

La lengua española, en su vasta geografía actual, presenta diversos tonos, diferentes acentos, unos más acentuados que otros —cierto es—, pero todos los hablantes de español —no importa su origen—, absolutamente todos, cantamos la misma canción.

En el mundo de habla hispana las nacionalidades, con sus peculiaridades culturales, sociales e históricas, ofrecen plurales hábitos lingüísticos entre sí, variedad de tonos y de acentos, pero siempre desde la misma melodía. En la sinfonía de lo hispánico tienen cabida múltiples notas. Somos capaces de reconocernos y de comprendernos allá donde nos encontremos. [segunda página; estos dos párrafos son consecutivos a pesar de que hablan de lo mismo]

La expresión español de América agrupa matices muy diversos: no es igual el habla cubana que la argentina, ni la de un mejicano a la de un chileno... Pero, aunque no exista uniformidad lingüística en Hispanoamérica (debido, sobre todo, al sustrato indígena que los españoles encontraron: quechua, náhuatl, guaraní...), la impresión de comunidad general no está injustificada: sus variedades lingüísticas (aquellas que se separan de la norma culta) tanto desde la perspectiva diastrática (variables socioculturales) como desde la perspectiva diatópica (variantes geográficas y dialectales) son menos discordantes entre sí que los dialectalismos peninsulares, y poseen, por motivos obvios, menor arraigo histórico en Hispanoamérica.

Este último pasaje (tercera página) no puede pasarse por alto. Aparte de lo altamente discutible que resulta achacar mayormente las diferencias de nuestro español a las lenguas indígenas, dos cosas. Una: ¿hay menos diferencias entre el habla de un argentino y el habla de un cubano que entre el habla de un sevillano y la de un leonés? Sospecho que los diccionarios de argentinismos o de cubanismos deben ser mucho más voluminosos que diccionarios de usos sevillanos o leoneses (y no tendrán muchos usos comunes, del tipo que en el DRAE se marcarían como Arg., Cuba). A menos que nuestro autor esté pensando en el catalán o el euskera como lenguas dialectales, lo cual sería sorprendente, si aún cabe. Dos: ¿qué dice la larguísima segunda oración? Léase después de los dos puntos quitando el enorme inciso y se obtiene: “sus variedades lingüísticas [las de Hispanoamérica] (…) son menos discordantes entre sí que los dialectalismos peninsulares, y poseen, por motivos obvios, menor arraigo histórico en Hispanoamérica. No hay forma de reconstruir la oración para que tenga sentido.

Al hablar del español en América estamos hablando de una lengua de comunicación —como ya se ha señalado— que aglutina a veinte naciones independientes. [en realidad, lo que se había señalado era que el español se habla en 18 repúblicas independientes, más los casos particulares de Puerto Rico y la comunidad hispanohablante de Estados Unidos.]

Bien, yo comento el artículo de un importante académico (del IC, por cierto) sin ser más que un aficionado un poco afectado por aquello de nuestros escritores levemente disfuncionales. En mi irritación seguramente he entendido todo mal y no sé lo que estoy diciendo, pues el artículo de dieciocho páginas tiene SEIS (!!) de bibliografía. Pero, después de todo, la relación que tenemos los hablantes del español con nuestros filólogos es análoga a la de un alumno con su maestro y nos autoriza a interrumpirlo con un “perdón, profesor, ¿cómo dijo?”.